Aunque es un relato extenso, se lee de una sentada, sin
parar, a penas para tomar un sobo de café y continuar intrigado en la historia.
Desearía decir que se trata de un relato tan magnifico como exquisito, pero es
las dos cosas, en primer lugar porque la traducción es aceptable, y la
narración fluye sin tropiezos. Es cierto que la fantasmagoría es un tema
antiguo y algo desfasado, pero leerlo por mero placer, es gratificante, y más
cuando desea conocer nuevos autores que se han adentrado al mundo siniestro del
relato gótico y sobrenatural.
El estilo de O’Brien incumbe varias posiciones; por un lado
describe la fachada de la casa antigua, y en segundo lugar, la psicología de
los personajes con maestría. Cada personaje cumple su función dentro de relato,
el protagonista, por su parte, lucha con “la cosa”; y su amigo lo dar por loco
luego de haber fumado opio.
La cosa puede ser cualquier temor dirían algunos, pero en
este caso, la cosa es una ser que respira y tiene un corazón palpitante. No sabemos a ciencia cierta si O’Brien sufría
de alucinaciones, pero en definitiva el relato sorprender por hacer un tema tan
común como es la fantasmagoría en un buen relato.